Archivo de la categoría: Textos d’opinió i assajos

De cervezas y una botella de vino

Risas, cervezas, conspiraciones políticas, confesiones trasnochadas y un vino que nadie sabe muy bien de donde ha salido pero que todos bebemos con avidez. Las noches de fiestas suelen producir momentos de jolgorio y de soñar, soñar como quemaríamos aquella comisaría o como dominaríamos el mundo. Y el 36… sí, el 36 siempre esta ahí, pero no vivimos del recuerdo, vivimos del imaginario de una memoria muerta. Pero quiero hablar del ahora, del inexorable fracaso en fracaso en que se ha convertido nuestra lucha. Un fracaso constante casi rutinario. La victoria ya no es resistir, es levantarse apaleado del suelo y ofrecer nuevamente oposición. Una oposición sin objetivos ni estrategia, un impulso eléctrico que nos empuja a luchar o a intentarlo. Soy consciente de que mi vida será un continuo fracaso, que la lucha me traerá más problemas que soluciones y que jamás llegaré a ver una revolución, quizás con suerte alguna revuelta. Y como yo, la gran mayoría de revolucionarios. Ya no es la lucha contra el Capital y el Estado es una lucha contra tu coherencia y la elección del camino fácil: rendirme, dejarlo todo, irme a otro país a trabajar y tener en mi currículo una juventud rebelde. Y me iría mejor así, no curraría en kafetas cuando las piernas y la mente ya no me responden, no me expondría a ser aporreado o detenido, no estaría echo polvo el día de mi cumpleaños por ver como el movimiento estudiantil es destruido y no madrugaría un día de huelga e incluso ahora podría tener trabajo. Sí, ya no sería “el sindicalista” o “el rojo”. Pero otra vez no, no puedo hacerlo, no puedo abandonar, ni rendirme, aunque mi lucha sea anecdótica y nunca figure ni en el pie de pagina de un libro de historia local, debo continuar. Será la conciencia o quizás no pero “de fracaso en fracaso hasta la derrota final” sería el epitafio de mi tumba si ahora no tuviera tan sólo veintitrés años.

Mis compañeros suelen decir que mis textos son pesimistas y tienen razón: soy ateo, no creo en Dios, el karma o la Revolución Social. No aspiro a vivir el comunismo libertario porque no creo que lleguemos a ser capaces para lograrlo. ¿Y por qué no lo dejas? Me preguntan. Y lo que jamás contesto es que si no lo dejo es por ellos y ellas, por mis compañerxs, los que me rodean cada día, con los que discuto y me enfado, incluso por aquellos que no son de ideología ácrata pero caminan a mi lado, por ellxs también. Porque vivir la anarquía no es una meta para vivir sino un medio y sólo lo consigo cuando estoy con mis compañerxs. Cuando estamos en una casa perdida en el monte, en el bar, en una asamblea tediosa, rodeado de capuchas negras, cocinando para una kafeta, o bebiendo cerveza y una botella de vino en un polígono industrial. La anarquía como la felicidad es para mi un estado, un período breve pero placentero, una chispa que enciende las cenizas de mi interior y que sólo con mis compañerxs soy capaz de sentir. Y por ello, y por ellxs mis compañerxs, continuaré levantándome del suelo tras cada golpe y luchando hasta la derrota final.

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385287_658866300806135_1094826594_nFotografía: Adrián García-Olivares

Percepciones, opiniones y una profecía sobre la UAP (Universidad Autogestionada Popular)

En pleno proceso de construcción de la Universidad Autogestionada Popular (UAP) ha surgido el debate entre diversos compañeros sobre la idoneidad del proyecto como referente de la lucha estudiantil. En los últimos años he sido testigo de huelgas efímeras, manifestaciones masivas, ocupaciones e incluso huelgas de hambre contra el Plan Bolonia. El éxito de las acciones ha sido escaso, las reclamaciones y gritos por una “universidad pública y de calidad” han recorrido y llegados a todos los lugares, excepto en los que nuestros gobernantes habitan. Hoy nuestra universidad es menos pública y posee menos servicios, y difícilmente la universidad podrá ser renovada sin un cambio radical en la sociedad. Las reformas a las que podemos llegar serán importantes y algunas incluso vitales pero no lo suficiente, si el Estado y el capital mantienen su dominio de la educación. Por lo tanto, si lo anterior ha fracasado, y la actual lucha estudiantil parece vagar por el desierto ¿que podemos hacer? Descartado reclamar nuestros derechos a las instituciones que nos lo arrebatan ¿tomaremos las instituciones? Sin profundizar en la idoneidad del proceso parlamentario como modelo de lucha revolucionaria, se requieren años y grandes recursos humanos y económicos que no poseemos actualmente ¿tomar por la fuerza las instituciones? Sí, la Revolución es una idea fantástica, la mejor de todas ellas ¿pero hace falta preguntarse por su próxima consecución?¿Incluso, es una opción contemplada seriamente más allá de las mentes más utópicas y fantasiosas?

La pregunta, por tanto, parece sencilla ¿qué hacer en la universidad si queremos otro tipo de universidad? Desde la Asamblea Llibertària de la UAB la respuesta ha sido aplicar la acción directa aplicada al conocimiento, y por tanto abogar por la construcción de nuestra propia universidad y ahí radica la fuerza de la UAP, un proyecto entre iguales sin intermediarios, en que nosotros tomamos las decisiones, las llevamos hacia adelante según nuestras posibilidades, decidimos el cuando y el dónde, sin órdenes, sin exámenes, ni profesores que impongan su dogma como la verdad absoluta. Algunos compañeros consideran este proyecto, no sólo necesario, sino el camino a seguir incluso ajeno a la lucha estudiantil en una postura que no comparto totalmente.

La UAP nunca debe ser el único camino a recorrer del movimiento de lucha estudiantil, sino paralelo a él. Además la UAP tiene y tendrá muchos defectos y déficits, que a mi parecer, la destinarán al fracaso. Un ejemplo es que el proyecto surge de estudiantes universitarios para estudiantes, igualmente, universitarios. Mis compañeros criticarán que es falso, que la UAP esta abierta y que se fomenta la participación de personas ajenas de la universidad pero la dirección de las propuestas se focalizan, de momento, a nuestro particular ghetto. No es un tema que me preocupe especialmente, comprendo que hay que consolidar el proyecto, y asegurarnos que los cimientos son sólidos, pero sin duda alguna la UAP a largo plazo debe encaminarse para extender el conocimiento a otras capas de la sociedad si queremos ser fieles al espíritu de horizontalizar el conocimiento, y no sólo el conocimiento teórico profundo, propio de tertulias de café, sino un conocimiento integral, como se preguntaba retóricamente una compañera ¿por qué no enseñar a cocinar, a coser, a cultivar la tierra, y no sólo la mente?

Pero el principal problema de la UAP, y me atrevo a profetizar también que la principal causa del futuro fracaso del proyecto es la autogestión. La autogestión, antes de que me crucifiquéis, no es en sí el problema, es un modelo de gestión perfecto pero requiere implicación, y por ende, ganas, energías y tiempo. Sin la consecución de estas cuatro condiciones no habrá UAP ni proyecto autogestionado capaz de sobrevivir. ¿Desconfío de mis compañeros y de mi mismo? No, tan sólo soy pesimista, observo con preocupación una serie de indicativos que apuntalan mi creciente pesimismo: la aplicación del Plan Bolonia que mantiene a muchos compañeros permanentemente ocupados con trabajos, exámenes y practicas, pues no debemos olvidar que la UAP no sustituye la función primordial de una universidad: extender titulaciones. Si incluimos a los compañeros que trabajan para sobrevivir, y añadimos a todo ello la militancia en la lucha estudiantil o en otras agrupaciones el panorama parece desolador para la UAP. Su fracaso, por tanto, no será debido a su no idoneidad en el momento histórico o los errores en su aplicación, que los hay y habrá, sino en que las personas no participarán de forma activa, por los motivos anteriormente expuestos y otros muchos más. Los proyectos políticos sin individuos que dediquen buena parte de sus energías en ello están abocados al fracaso, y es por ello principalmente que creo que la UAP fracasará. Pero no debemos renegar ni tener miedo a fallar, el éxito de la UAP será nuestro éxito y su fracaso será una nueva derrota del movimiento estudiantil.

P.

(opinió individual) Universidad, Autogestión y Anarquismo. Análisis y tácticas

*Aquesta és l’opinió d’un membre de l’assemblea i no té perquè representar la del conjunt de l’assemblea

En el contexto actual, un momento en que estas surgiendo numerosas asambleas libertarias por el Estado Español, creo que no solo es importante tener herramientas apropiadas de análisis social, para la lucha, sino que es importante desarrollar estrategias y objetivos concretos para materializar los cambios que queremos para pasar de las consignas a la construcción  de realidades alternativas. Esto es un ensayo que intenta empujar a ello, a debatir sobre estas líneas o imaginar nuevas. Aunque se este tratando temas ya comentados anteriormente, creo que es importante sintetizar un seguido de temas para trazar la respuesta.

La propuesta. ¿Pública, Privada o autogestionada?

En el escenario actual, de retroceso de la clase obrera en un “Estado de Bienestar” es normal que los anarquistas nos encontremos sobre la paradoja de estar defendiendo esos servicios sociales, que por un lado están gestionados por el Estado y que a la vez le cumplen funciones para reproducir el sistema de dominación.

Bastante se ha escrito ya sobre eso y creo que una visión que se reduzca a “lo publico sí o no”, es reduccionista, a la vez que dejar la puerta abierta a las privatizaciones es permitir que el capitalismo se lucre aun más de necesidades o servicios varios, aumentando su poder de eso modo y facilitando la imposición de un modelo de vida cada vez más mercantilizado. Si entendemos lo público como algo financiado básicamente por la clase trabajadora a través de los impuestos (en un sistema capitalista), simplemente estamos defendiendo lo que es nuestro, que se gestiona por el Estado y que lo moldea a sus intereses.

La propuesta de defender lo público e ir más allá a través de la autogestión resuena por varios medios libertarios, no es nueva. ¿Pero a que nos referimos con la autogestión? Un texto titulado “Universidad ¡Obrera y Antiestatal!”  aparecido en diferentes páginas web anticapitalistas y antiautoritarias hace diferentes aportaciones al tema universitario, entre otras:

 

Una crítica más dura merecen quienes dentro de un anticapitalismo estético han querido resolver la evidente incongruencia que supone defender lo que percibimos que es una herramienta de dominación con la receta mágica y ambigua de la autogestión o de lo popular. Ante el proceso privatizador y frente al decadente estado del bienestar  se acepta renunciar a la palabra “público” por ser un vocablo desgastado por las corrientes ideológicas antes descritas y se reemplaza por la universidad autogestionada o popular, sin un mayor análisis. Es un síntoma de la inercia que llevan los movimientos anticapitalistas que hace que sus luchas sean estéticas y espectaculares el hecho de que el discurso que se presenta en el ámbito universitario para romper con la corriente hegemónica en el movimiento estudiantil sea caer en la trampa de discutir el modelo de gestión sin entrar a discutir el objetivo de esa gestión o haciéndolo muy de pasada para rellenar líneas en un panfleto. En todo caso, si esta postura supone un peligro enorme para el movimiento estudiantil es por la falta de pensamiento estratégico y táctico que supone. Ni desde el punto de vista de clase económica dominada, ni desde el punto de vista del individuo coartado, emprender una lucha en el medio estudiantil por la autogestión de la universidad puede llevar ni individual ni colectivamente a trazar estrategias de victoria porque obvian la naturaleza absolutamente dependiente de la academia, eje de la universidad, del resto de la sociedad tanto por su naturaleza material (falta de recursos) como por lo intelectual (contexto en que se da).”[1]

De manera similar opino que la palabra autogestión ha sido extendida más allá de los movimientos sociales cercanos al anarquismo, la misma palabra es de origen del Socialismo Yugoslavo, aunque en otros momentos en el movimiento anarquista clásico se hablase de control obrero o colectivización de los medios de producción. Parte del marxismo hetereodoxo actual reclama la autogestión como un concepto básico, a la vez que también los movimientos ciudadanistas toman esta palabra, haciendo que esta pueda ser objeto de recuperación por parte de la ideología dominante, vaciándola de potencial revolucionario al poner “ de moda” un concepto simplista que implica mucho más (al menos para nostrxs). En clase he llegado a escuchar de la boca de una profesora  que “nuestro espacio de campus virtual es un espacio autogestionado por los alumnos “.

Autogestión puede tener muchos significados, pero cuando hablamos de autogestión en términos económicos hablamos de la socialización de los medios de producción. La autogestión dentro del capitalismo es imposible más allá del cooperativismo, que se encontrara con las limitaciones y contradicciones que impone el propio sistema.  ¿Nos podemos referir a autogestión cuando compramos una parcela y vendemos nuestros productos ecológicos aunque la producción se organice horizontalmente y por asamblea? Puede que sí, que sea un sistema más cercano al que queremos, pero dentro de una lógica  de competición y de propiedad privada que no deja de ser capitalista.

Aplicando esto al tema universitario y educativo, nos vemos con el siguiente problema. Primero que la financiación la controla el Estado, y que una alternativa autogestionada dentro del sistema capitalista significaría que los mismos usuarixs deberían asumir los costes, cosa imposible en el mismo sistema universitario, aunque también lo queramos cambiar. En el texto titulado “Lo público y la autogestión. Defensa y avance”, el grupo de la FAI Albatros escribía lo siguiente acerca del tema de la financiación.

“¿Y qué ocurre con los recursos necesarios para garantizar el óptimo financiamiento de los servicios públicos? Estos deben ser exigidos de las arcas estatales, al ser éste el espacio en el cual se concentra el capital producido socialmente y acumulado (mediante la recaudación de impuestos, por ejemplo), un hecho que no podemos ni debemos obviar. En este sentido, no se trata de “legitimar” al Estado, sino de reapropiarnos socialmente de los recursos que las clases dominantes nos enajenan y que el Estado concentra, para poder utilizarlos según la libre determinación popular”[2].

 

Aunque lo vea como una opción válida, pienso que difícilmente cederían la financiación del Estado a la gestión popular, a la vez que seguiríamos en dependencia con el Estado. Aunque a  nivel discursivo nos es útil recordar los recursos del Estado no son más que fruto de lxs trbajadorxs.

Por eso, cuando se plantea una Universidad Autogestionada, adjetivo que debería ser reemplazable con colectivizada, obrera o lo que sea, esta no puede verse apartada de un clima revolucionario. Cito otro texto que habla este mismo tema:

“Hablar de autogestión es indisociable al ataque de las bases mismas del sistema: en sus relaciones de propiedad y en las relaciones jerárquicas que se desprenden de la organización de la sociedad de clases. Para nosotros la autogestión no puede bastarnos con ser un submodelo coexistente con la producción capitalista y que, directa o indirectamente, participe de sus leyes. Por tanto, la autogestión sólo cobra pleno sentido en función del proceso revolucionario, de reapropiación del conjunto del Capital social sobre nuevas bases socialistas y libertarias. Entendido esto, creemos que no se trata de cómo fundamos nuevos servicios públicos, sino de cómo aspiramos en la lucha a la reorganización de los mismos, es decir, a la capacidad de decidir los trabajadores y usuarios sobre qué y cómo se hacen las cosas, bajo un proyecto de expropiación socia. […] una superación revolucionaria de la sociedad capitalista y del estatismo.”[3]

Entiendo entonces, que la lucha por la Universidad Autogestionada, es una lucha que no puede separarse de la revolución, no puede ser una parcela aislada, uno de los errores del movimiento estudiantil que no acaba de solucionar.

Y por otro lado también queremos cambiar las funciones que realiza la Universidad. Por otro lado hay que analizar las funciones que realiza la Universidad. En el primer texto se citan 3 funciones extraídas del análisis situacionista:

“a) La universidad como aparato de la clase dominante para generar y extender la  ideología dominante.

 b) La universidad como aparato para la valorización del conocimiento transformándolo  en capital.

 c) La universidad como medio de producción de cuadros técnicos y de técnicas que  servirán a la producción en el mercado capitalista.”[4]

Una universidad autogestionada debe romper con estos funcionamientos, el objetivo debe ser la emancipación social y la posible trasmisión de conocimientos a toda la población que quiera acceder a estos. No hay que olvidar que la educación nunca es neutra, y lo más cercano a esta es fomentar un verdadero espíritu crítico que en la universidad realmente no se da.

Romper con las desigualdades a través de la práctica igualitaria no solo mediante la gestión por nosotrxs mismxs, de lxs implicadxs, sino también mediante los medios adecuados para conseguir los fines que queremos, mediante otros métodos pedagógicos. No quiero extenderme en este tema, pero puede ser otro aspecto en el que basar y potenciar la lucha, tan importante como todos los demás. Quizás la misma comunidad educativa tiene que ser ella la quien decida con que modelo aprender, y puede ser que en un marco más libre, educadorxs y educadxs puedan borrar esa frontera con más facilidad.

 

Análisis de la lucha estudiantil, dialogo y reformismo

El objetivo de este texto es el debate y el planteamiento de una serie de temas, no una biblia. Por eso quiero hacer explicito que las recetas mágicas no existen, que las contradicciones las tendremos siempre y como leí en alguna parte, estas solo aparecen al caminar. Y quien haya luchado dentro del movimiento estudiantil sabrá que es una lucha difícil, del mismo modo que otras también lo son, en un contexto de correlaciones de fuerza muy desequilibradas en las que los explotados no concebimos mas que quizás reducir los golpes que estamos recibiendo. Parece ser que imaginar la revolución es imposible.

Para realizar un diseño de estrategias tenemos que analizar también la universidad y el movimiento estudiantil. La composición de los actores sociales en la universidad, aunque sea un espacio donde se tienda a la elitizacion, podemos encontrar que aun conviven estudiantes de la clase trabajadora y estudiantes de clases más altas. No creo en que la condición económica sea sinónimo de una ideología determinada, y posiblemente menos en un espacio donde tradicionalmente  se le ha asociado como una herramienta de ascensor social en la economía capitalista, y por otro lado es obvio que parte de la clase trabajadora asimila el discurso dominante, así que tenemos estudiantes de nuestra propia condición que están en contra de un proyecto de transformación radical del sistema aunque se posicionen de manera superficial ( y la mayoría de veces solo de palabra) a los recortes. Los estudiantes que forman parte de las clases más ricas es obvio que sea poco probable que estén a favor nuestro y que lo único que quieran es que la normalidad no sea alterada.

Esta reflexión hace patente que las asambleas nunca serán totalmente horizontales y participativas. Por una banda no solo hay una separación con “la derecha”, si no que personas de “izquierdas” también quedan excluidas porque quizás están de acuerdo con las demandas para defender lo público pero critican ciertas formas, criminalizando las asambleas, que tienen unas maneras “más combativas” (con todo el respecto y como parte de autocritica, tristemente a veces estas se miden por la espectacularidad que por otra cosa, por los motivos que sean). Esta parte “progresista” utiliza las vías institucionales para intentar parar los cambios, sin mantener una confrontación directa con las jerarquías dirigentes de la universidad, a les cuales pueden optar para acceder. Estas “izquierdas” institucionales se confrontan para conseguir la legitimidad de la representatividad del estudiante, pero ni las asambleas ni los consejos elegidos en un sistema donde hay partes de las instituciones que se eligen mediante voto estamental (valiendo este de distinta proporción)[5] realmente no son representativas por la escasa participación del estudiantado en la lucha.  Es obvio que la cultura de la no participación política (entendiendo la lucha política como la lucha para decidir por decidir en tu vida) ha enraizado en la sociedad y el movimiento estudiantil no es más que el reflejo de esto.

En relación a los espacios heterogéneos donde se negocia y se decide, creo que quizás es importante pensar en nuestros espacios  como clasistas. Nosotros no nos podemos parar a negociar un consenso con alguien que tiene muchos más poder que nosotros, no podemos caer en ese juego. Nuestro objetivo es acabar con las desigualdades y el suyo es perpetuarlas. No podemos rebajar nuestro discurso y nuestras aspiraciones con alguien que nos pisa simplemente para respetar el consenso y la horizontalidad en la toma de decisiones. Este consenso seria una imposición en el momento en que no jugamos con las mismas cartas. Un ejemplo seria el “dialogo” con las autoridades:

“El diálogo, la discusión libre tan solo se puede llevar a cabo entre iguales, sino fuese así habría entre las posibles interlocutoras unas diferencias de poder efectivo tan abismales que sería poca cosa más que un monólogo. Si una de las interlocutoras no tan sólo está llevando a cabo la acción de la cual pretende hablar, sino que tiene en sus manos el poder de ejecución, una fuerza de coacción incomparable y su decisión descansa sobre el poder militar y policial, mientras que de la otra parte se tiene poca cosa más que su voluntad, llamar a esto diálogo es digno de un chiste de Eugenio.”[6]

 

Este dialogo, esta enmarcado en aquello que se llama “la legitimidad democrática” que no es más que el discurso ciudadanista: la imposición de unos medios para conseguir cambios dentro de un sistema el cual esta estructurado para que no cambie en más que en la superficie. El Poder nunca va a permitir mecanismos que puedan acabar con él. Hablan de igualdad, de democracia y de respecto en un sistema capitalista que en su normalidad produce desigualdades, guerras y una multitud de consecuencias más. Lo peor es que parte de este discurso esta asumido por la clase explotada. Y otra pieza clave es el discurso de lo que es violento y lo que no es. No me extenderé en este punto, que esta totalmente relacionado con la educación que recibimos y en los medios de comunicación y en su papel de legitimar ante el público quien tiene la razón o quien se merece una intervención de los antidisturbios.

Entonces intentar legitimarse como los agentes democráticos, que buscamos su dialogo es un error en el que muchas veces cae el movimiento estudiantil. Es necesario la legitimización ante la gente,  pero jugar su juego es una victoria más para ellos y sabemos que tendremos en contra todo un aparato mediático, político y policial en nuestra contra.

¿Como podemos luchar sin caer en este reformismo estéril? No creo que conseguir mejoras sea un error porque de esta manera la gente deja de luchar. Es necesario conseguir pequeñas victorias para darse cuenta de que juntxs podemos cambiar todo esto, e ir cambiando la correlación de fuerzas. Las mejoras son una cuestión estrategia y serán útil si nos ayudan a caminar hacía la utopía. Si tenemos que dividirlo todo entre abandonar una lucha por reformista o apostarlo todo por una revolución, lo tenemos crudo. Entre otras cosas interesantes, los compañerxs de Terra Cremada escribían en relación al movimiento estudiantil en el contexto de Bolonya:

“No es lo mismo una petición que se hace como afectado de un sistema del que quieres formar parte, dirigiéndote a la autoridad concedida, que una exigencia que haces desde la propia dignidad e integridad violadas a un poder impuesto. El contenido de las demandas señalaba la voluntad de formar parte de este sistema, de expresar la necesidad y la importancia del mundo académico y estudiantil en el funcionamiento y perfeccionamiento del sistema democrático. Es decir, la vinculación expresa a la democracia, en lugar de, una vez rechazado el papel de la formación académica, en tanto que engranaje del mundo de las mercancías, intentar trasladar este descontento a la sociedad entera que es, en última instancia, la que necesita nuestra obediencia y sumisión en las aulas, en el curro y en las calles para seguir reproduciendo el sistema de dominación capitalista y estatal.”[7]

Soy consciente de que me dejo temas a comentar, como las luchas políticas entre colectivos “radicales”, la caída en viejas estrategias que parecen no funcionar, la improvisación y a veces el poco compromiso de lxs militantes, etc.

 

La solidaridad nuestra mejor arma

Es una de las consignas típicas que se corean en las manifestaciones y quizás el problema es que realmente no la practicamos a niveles que realmente marcarían la diferencia.  Tejer redes de afectados por el capitalismo sea cual sea el sector es una asignatura de la clase explotada pendiente. La dictadura y el capitalismo consiguieron romper estas redes que tardaron mucho tiempo en hacerse y quizás es su gran victoria. Cuando la sociedad entienda que cada problema sectorial es propio y causante del mismo sistema y se implique con todos las sectores, quizás el panorama cambia. Desahucios, privatizaciones, etc. son parte del mismo problema y solo juntxs podremos hacer frente y construir nuevas realidades

También es tarea nuestra sacar el conflicto estudiantil fuera de las aulas. Aunque no nos engañemos, la universidad es un punto accesible para pocxs, y quizás por ello cueste a la gente identificarse con la lucha que se lleva acabo. Asimismo hay que luchar contra la idea de que los universitarios somos unos acomodadxs. Somos de clase trabajadora trabajemos o no, porque no tenemos el poder político ni económico, y en la mayor parte estudiamos para acceder a un trabajo para cubrir con dificultad nuestras necesidades si es que lo encontramos.

La crítica al falso “dialogo democrático”, la autocrítica propia y la solidaridad son algunos aspectos con los que podemos empezar a trabajar. La tarea es difícil, pero actualmente se esta dando una lucha en las Baleares en la que se esta implicando una buena parte de la sociedad. Una victoria suya seria una victoria con la que poder afirmas que no todo esta perdido, con toda la crítica que podamos hacerles lxs libertarxs a algunos aspectos, su lucha no es nada despreciable.

Otros proyectos que podemos realizar para intentar construir la universidad (sociedad) que queremos pueden ser la formación de grupos críticos de las diferentes disciplinas, enredando así también a más gente que en una lucha tradicionales no se unirían, a la vez que se construyen espacios de contrapoder en las mismas universidades. Sin olvidar que para construir la nueva sociedad es imprescindible destruir la vieja.

Con todo este texto no creo que diga nada nuevo, simplemente recoger ideas que ya aparecen. Posiblemente las estrategias aparecerán con la práctica y con el conflicto mismo. Si existe la necesidad de buscarlas, es que hay gente que se plantea y lucha para conseguir unos objetivos. Por eso es importante acumular experiencias en un movimiento que parece renovarse cada año, una de las dificultades de la lucha estudiantil. ¡Que continúe la lucha!

Octubre 2013, BCN.
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[1] Universidad ¡Obrera y Anticapitalista! Nihil http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/24609

 

[2] Lo público y la autogestión. Defensa y avance. Grupo Anarquista Albatros (FAI) http://www.regeneracionlibertaria.org/lo-publico-y-la-autogestion-defensa-y-avance

 

[3] Ibídem.

 

[4] Obra citada. Nihil

 

[5] Tampoco es que este de acuerdo con un sistema de voto igualitario

 

[6] Terra Cremada. Tropezar con la misma piedra. http://terracremada.pimienta.org/tropezar.html

[7] Ibídem

 

Bibliografía para ampliar

Acerca de la autogestión y sus límites:

Terra Cremada. Autogestión de la miseria o miserias de la autogestión. http://terracremada.pimienta.org/autogesti%C3%B3_cas.html

El último Dios

Somos conscientes del carácter autoritario de la divinizada democracia. De la naturaleza opresiva del idolatrado capitalismo. De cómo los medios de comunicación, el sistema educativo y ciertas ideas del imaginario colectivo son más alienantes que emancipadoras. Pero nos queda derrocar al gran último dios, romper el último yugo, uno tal que se ha integrado en lo más profundo de nuestro interior y parece peor que una herejía el cuestionarlo, incluso entre los ambientes libertarios.

Me refiero a la moral, a lo ético. Acaso ya el hablar de destruir la moral puede ocasionar escándalo, desconfianza, enemistad, en especial entre los anarquistas, tanto que solemos jactarnos de nuestra estricta moralidad. Pues bien: esa confrontación que puede sentirse no hace sino probar mi tesis, a saber, que se nos ha integrado muy poderosamente la idea de que la moral es algo necesario y bueno.

A mi entender, como digo, creo que hemos de aniquilar todo rastro de nociones morales de nuestra mente. Actuar sin principios, sin máximas, sin reglas, sin miedos ni opresiones, sin mala conciencia, sin remordimiento. Hemos de eliminar la sacralidad de la moral, pues en el fondo no es más que un yugo más, no es más que ideología alienante, ataduras a la conducta humana.

¿Significa esto un canto al egoísmo? De ninguna manera. Actuar sin moral no implica actuar sin respeto por los demás. Carecer de principios morales no implica tampoco que no sigamos viendo a las personas, sucesos, sistemas, etcétera, como buenos o malos (o de modo indiferente), pero es que el caso es que ver algo como bueno es simplemente verlo como agradable, y lo malo como desagradable. En ese sentido, condenaremos lo que nos desagrada por eso mismo, y alzaremos o promoveremos lo que nos gusta por lo contrario. Si yo me opongo al capitalismo, a las conductas puramente egoístas y demás, no es porque crea en una idea de bien, en virtudes y defectos absolutos, sino porque me perjudican y perjudican a otros a quienes doy valor.

Doy un valor a los demás porque me gusta hacerlo, no porque crea que deba hacerlo, o porque ello sea «lo bueno». El anarquismo no me parece una ideología buena, que encarna los buenos valores, ni una superior a las demás en términos absolutos: simplemente es una ideología que responde a mi forma de ser. Otros tendrán un modo de ser en que gustan de someter y perjudicar por su propio beneficio: no los condenaré como malos, sino malos para mí y según cómo me gusta que se comporten otros, y los combatiré cuanto pueda. Aquí se me podrá objetar que ante este relativismo moral extremo, o esta amoralidad, todo está permitido, y no tiene uno derecho a luchar contra nada que no le perjudique directamente, y yo le respondería: no me coacciones con tus moralinas.

Cada uno es déspota para con sus gustos y desagrados, cree que lo que es bueno para sí, es bueno en términos absolutos, y creo que ha de ser así. Cada uno ha de absolutizar sus propios gustos, someter la moralidad a sí mismo y no al revés si quiere ser alguien emancipado. Nadie debería sentirse presionado a nada, ni siquiera a respetar a nadie. Si lo hacemos, que sea porque es nuestra manera de ser, no porque los reductos de la moral cristiana, donde ha desaparecido Dios y la Iglesia pero sigue habiendo ciertos preceptos morales sagrados, nos coacciona a ello. Si alguien es depredador y le gusta la competición, que sea por su forma de ser, no por el capitalismo.

En definitiva, creo que hemos de ser anarquistas porque ello refleja nuestra modo espontáneo o natural de ser, no porque nos sintamos presionados a ello, o porque creamos que es «lo bueno» independientemente de nuestros gustos. Si tratamos de difundir nuestra ideología, que sea porque pensamos que puede serle beneficiosa a otros, no porque es «la buena» en un mundo de valores, sino «la buena» para cada un@.

Fines de semana y otras Estrategias de Mejoría Engañosa

El otro día leí en un documento una idea que me llamó mucho la atención, consistente en presentar la implantación de fines de semana, vacaciones y días festivos como un método tremendamente contra-revolucionario.

Pensémoslo bien: no se trata de una fuerza menor en la lucha de la clase dominante para someter y amansar a la población, sino una tal de enorme influencia, pues ¿qué es aquello que nos alivia todos los males de la semana, todo nuestro estrés acumulado, nuestro malestar e irritación? El saber que el fin de semana estaremos libres de todo, que podremos «desconectar», olvidarnos de las penurias de la semana, evadirnos (en muchas ocasiones evadirnos por vías que seguramente aumentarán nuestra sumisión, como la televisión y su propaganda y medios de desinformación).

La clase parasitaria sabe bien que para mantener a sus esclavos tiene que ir permitiendo espacios de evasión y descarga. Pues en efecto ¿qué sucedería si no hubiera días libres en la semana para nadie? ¿Cómo soportar por mucho tiempo jornadas de trabajo absolutamente ininterrumpidas, donde el horizonte se presentaría siempre como un lugar de más explotación y esfuerzo para el hijo de puta del patrón? ¿Fue realmente un logro reducir la jornada laboral, o una aparente menor esclavitud, sólo cuantitativa (en horas) y no cualitativa, lo cual refuerza la falsa sensación de bienestar y libertad?

Pero la gente vive en un mundo de inmediatez, no a largo plazo; y vive entonces «a la semana»: sabe que al final de cada una será libre, y esa mísera y relativa libertad parece bastarle para aceptar la esclavitud del resto de días semanales.

Éste es un caso de lo que yo llamo «Estrategia de Mejoría Engañosa», nombre aplicable a aquellas reformas de los numerosos aspectos del sistema socio-económico total que parecen constituir una mejoría respecto a los estadios anteriores, pero que en realidad sólo sirven para perpetuar el núcleo autoritario, explotador y alienante de todas las sociedades de la civilización occidental desde sus mismos comienzos. Estas estrategias son particularmente arteras porque no se puede negar que sean mejorías, pero por otro lado tienen una vertiente que redunda en un refuerzo de la clase dominante.

Por poner otros ejemplos: los niños ya no trabajan, pero por contra son adoctrinados en un sistema educativo autoritario y alienante. Otro: el Estado proporciona unos servicios que se consideran básicos (cada vez menos y de menor calidad), como la salud, que antes del surgimiento del Estado del Bienestar no hacía, pero para que identifiques todos los aspectos del Estado como algo bueno, incluidos (que es lo que interesa especialmente que se incluya) el gobierno, el parlamento, el sistema judicial, los cuerpos policiales, el ejército; en fin: la autoridad y la represión. Otro: se legalizan los sindicatos, se hacen leyes que protegen en cierta medida al trabajador (de nuevo, y en estrecha relación con el caso de la progresiva desaparición del Estado del Bienestar, cada vez menos), pero sólo para que no se sienta explotado, por más que regale su producción al propietario de los medios de producción y reciba a cambio un valor menor que el de lo que ha producido: el salario.

En fin, sirva el presente artículo para percatarnos de cuán bien disimulados están los mecanismos de opresión, y para alentar a hacer un trabajo de detective para con ellos, sacarlos a la luz y confrontarlos.